Por José Francisco Peña Guaba.
VILLA DUARTE DIGITAL, SANTO DOMINGO ESTE.- Hay
características propias de los dominicanos que se practican desde tiempos
inmemoriales. Sin importar las nuevas realidades, dichas características no
cambian, como evidencia el hecho de que todos los integrantes de gobiernos con
un largo ejercicio gubernamental, buscaron la forma de bajar del poder sin
complicaciones.
Para no irnos tan atrás en la historia, vamos a tomar como
experiencia los últimos 100 años. Rápidamente se verá que Rafael Leónidas Trujillo Molina fue un
protegido de Horacio Vásquez y que, al salir éste en 1930, el generalísimo no
le persiguió. Claro está, el expresidente tuvo que retirarse del activismo
político.
Los trujillistas, tras el ajusticiamiento del tirano,
necesitaron buscar un mecanismo para garantizar la impunidad, conscientes de
los hechos deleznables cometidos durante la “Era del jefe” y en la certeza de
que tenían contradicciones insalvables con los partidarios de la Unión Cívica
Nacional, liderados por Viriato Fiallo.
Así que, asumieron la política de
borrón y cuenta nueva del Prof. Bosch, consiguiendo éste granjearse el apoyo
mayoritario de los seguidores del generalísimo que, de un modo u otro, con eso
lograron guarecerse políticamente, si bien poco después conspiraron y dieron al
traste con el proyecto democrático más importante después del ajusticiamiento
del sátrapa.
Llegó el Dr. Joaquín Balaguer al poder en 1966,
heredero del régimen trujillista. Se mantuvo en el poder 12 años pero, en el
1978, para que entregara “pacíficamente” el gobierno hubo que darle el control
del Senado, que designaba todos los jueces del país, esto es, entregarle el
Poder Judicial. Esta acción, que se logró con el llamado “gacetazo”, más
temprano que tarde fue aceptada por las partes en conflicto.
Los reformistas lograron con ello garantizar su
libertad, lo que les permitió retornar al poder en apenas 8 años, en 1986, para
mantenerse en el poder el insigne hijo de Navarrete. Hubo que hacer fraudes y
maniobras tácticas en el 1990 para ganarle las elecciones al Prof. Juan Bosch y
en el 1994, desesperados ante el triunfo inminente del Dr. Peña Gómez, hicieron
un fraude tan colosal que estuvimos muy cerca de una nueva cruenta guerra civil
que evitó el líder perredeísta para no llenar de sangre las calles de la República,
como ocurrió en el 1965 durante y después de la Revolución de Abril.
En 1996 el Balaguerismo prefirió entregar el poder al
Partido de la Liberación Dominicana (PLD) antes que entregárselo al Partido
Revolucionario Dominicano (PRD), su archirrival.
Se trata de una constaste histórica: nadie que haya
gobernado mucho tiempo entrega el poder tan fácilmente, mucho menos para que lo
persigan y terminar en la cárcel.
Nosotros los opositores, viejos y nuevos, actuamos con
ingenuidad si pensamos que el PLD va a entregar el poder en un ejercicio de
limpieza y pulcritud democrática. Esta pantomima de democracia en que vivimos
no tiene madurez ni bases institucionales firmes. El sistema presidencialista
hace al mandatario de turno un rey sin corona, que tiene concentrado en sus
manos todo el poder público.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) y, en menor
medida, la Fuerza del Pueblo, no han medido el poder real no del PLD sino del
gobierno: aquí no se está enfrentando a una organización política, aquí se está
enfrentado a todo el aparato estatal, con la dicha para ellos que les ha tocado
administrar la crisis de la pandemia del Covid 19.
No existían condiciones materiales para realizar unas
elecciones mínimamente democráticas dentro de esta crisis sanitaria, y todos lo
sabíamos; nos dejamos arrastrar por el deseo enorme de nuestra militancia de
salir de la cúpula palaciega, no advertimos los cambios que se están
produciendo en el electorado: los votos de simpatía los tiene la oposición
pero, los votos de los empleos, de la dádiva, de la necesidad y el hambre lo
tendrá el PLD.
El gobierno no está solo en esto, tiene a los más
altos empresarios-oligarcas del país operando para ellos. Y es que la alianza
público-privada que han hecho, les ha generado frutos y están decididos a todo,
menos entregar el poder. Quien lo dude solo tiene que tomar apuntes del
memorial de agravios realizados contra el que los llevó ahí, contra el Doctor
Leonel Fernández, todo lo que se está haciendo y todo lo que se hará para
tratar de dar el sorpasso el 5 de julio.
Es una ingenuidad pensar que ellos se entregarían, que
vivimos en una democracia plena –cuando, en realidad, aquí existe un gobierno
fuerte con un partido hegemónico, que controla todos los poderes públicos y que
tiene todo el dinero necesario para aplastar cualquier disidencia interna y
cualquier protesta de contrarios–. Despertar de ese sueño optimista es actuar
con madurez.
Llamar a un gobierno compartido de unidad nacional es
la única solución, y en segunda vuelta ejecutar los planteamientos del mismo.
Para ello se han de definir los roles y deben ganar credibilidad los líderes
entre todos los actores del sistema de partidos. Ningún bloque puede enfrentar
el poder del gobierno de manera unilateral.
Actúen como Peña Gómez en el 1974, con el Acuerdo de
Santiago, que unificó a los líderes de los sectores en pugna de 1965, o como en
el 1978, cuando unificó a todas las fuerzas internas y externas del PRD más un
inmenso apoyo internacional.
Dejen de estar como niños traviesos que se pelean por
los asientos de las puertas de un carro que todavía sus padres no han comprado
o repartiéndose los cargos de un gobierno inexistente, creyéndose ganadores de
unas elecciones en las que todavía no se ha contado el primer voto.
De igual manera les digo que, aunque se una toda la
oposición, habrá que acordar con el PLD y con Danilo Medina porque tendremos que
actuar con suma prudencia para evitar una crisis que se lleve de paso lo que
nos queda de democracia.
Este juego no es para insensatos ni para aquellos que,
sin experiencia, todo lo quieren. Subestimar el poder del gobierno es actuar de
manera infantil, porque cuando nos toque hacer inventario de qué tenemos cada
sector para ir a la refriega, nos daremos cuenta que nos llevan tanta y tanta
ventaja, que en términos logísticos seria casi un suicidio ir a la guerra en
medio de circunstancias tan adversas.
Lo menos que tengo es miedo. Ni siquiera pesimismo. A
los pragmáticos y realistas muchos nos llaman cobardes, ¡que equivocados están
los que así piensan! Es todo lo contrario, soñamos durante demasiado tiempo,
quisimos hacer realidad utopías, ganamos batallas de ánimo sin cobrar victorias
pero, de tanto perder aprendimos a ganar, manteniendo ilusiones pero contando
realidades, para saber cuántos pertrechos nos quedan para la contienda
Ante la obstinación de la cúpula palaciega de imponer
a su delfín presidencial, si eventualmente lograra impedir que Leonel fuera el
candidato, como quiere la base del PLD y la mayoría del pueblo, entonces me
inclino y aquí lo hago público, por la unificación de la oposición, realizando
un acuerdo total para ejecutarse con posterioridad a la primera vuelta, esto
es, un acuerdo que permita ganar la segunda. Pero para eso se necesitan
oficiales preparados en el arte de la guerra, dispuestos a pelear pero, también
a hacer concesiones a los adversarios para contribuir a la paz, que es más
importante que los logros que por la fuerza podamos obtener.
Al final sería lo sensato porque ellos representarán
una parte importante del electorado y que ellos se quieran proteger es algo que
hay que verlo como normal, esos son los gajes de la política nuestra. Quienes
se mueven solo por el odio y la sed de venganza pondrán muros para llegar al
objetivo principal, lo único que conseguirán será radicalizar a los contrarios.
La nación necesita hoy a estadistas, no a políticos
rencorosos que prefieren ser carceleros de sus contradictores a ser gobernantes
justos de la mayoría de su pueblo.
Hay que enfrentar con ahínco el destino que nos
espera, con inteligencia, con reconocimiento al papel que le toque a cada quien
pero, sobre todo, con criterio realista, porque en este momento no hay espacio
para sueños: inevitablemente habrá una segunda vuelta electoral, preparémonos
para ella no importando los resultados de la primera, que de hecho no serán del
todo halagüeños para la oposición. Usemos nuestros mejores y más experimentados
hombres, callemos a aquellos que quieren utilizar la amenaza como arma para
crear temor, que en nada hoy nos beneficia; hagamos un reconocimiento del
terreno y busquemos soluciones prácticas y armoniosas, que nosotros no ganamos
nada con el mal de nadie sino con procurar el bienestar y la alegría del
pueblo, ese debe ser nuestro Norte.
Asumamos dos enseñanzas de General Sun Tzu, estratega
militar y filósofo chino que expresó, primero: “Hay que comparar cuidadosamente
el ejército opositor con el propio para saber dónde la fuerza es superabundante
y donde deficiente” y segundo, que “un ejército victorioso gana primero y
entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta
obtener la victoria después”.
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